La pobreza está en el corazón del Evangelio

Al finalizar el Año jubilar de la misericordia, el Papa Francisco dispuso que, como signo concreto de aquel Año Santo, se celebrara en toda la Iglesia, la Jornada mundial de los pobres, el domingo anterior a la solemnidad de Cristo Rey. Y hoy la celebramos por primera vez. Debe ser una Jornada que ayude a las comunidades cristianas y a cada bautizado a reflexionar sobre la pobreza que está en el corazón del Evangelio y sobre el hecho de que debemos poner a los pobres en el centro de nuestro interés. Pobres de todos los tipos de pobrezas, porque no es sólo la pobreza material la que daña la persona humana, son también las carencias de amistad y de amor, las manipulaciones de los que menos tienen, su utilización como mercancía. La pobreza “es fruto de la injusticia social, la miseria moral, la codicia de unos pocos y la indiferencia generalizada”, dice el Papa Francisco. Si sacáramos la pobreza del Evangelio, no se comprendería nada del mensaje de Jesús, porque Él se ha identificado con los pequeños y los pobres, y nos juzgará a partir de las obras de misericordia (Mt 25,31-46).
El fundamento de la “teología de la pobreza” es que Jesucristo que era rico, se hizo pobre, y se abajó por nosotros. La pobreza cristiana no es una ideología. Jesús proclamó “Bienaventurados los pobres en el espíritu” (Mt 5,3) para que comprendiéramos que debemos dejarnos enriquecer por la pobreza de Cristo y no querer ser ricos con otras riquezas que no sean las de Cristo. Cuando ayudemos a los pobres, conviene que les ayudemos de lo nuestro y no de lo superfluo, porque reconocemos que los pobres nos enriquecen, ya que Jesús dijo que Él mismo está en el pobre.
«Hijos míos, no amemos con frases y palabras, sino con obras y de verdad” (1Jn 3,18). Este es el lema que el Papa Francisco nos da para esta Jornada mundial de los pobres de este año, que tiene como objetivo, en primer lugar, estimular a los creyentes para que reaccionemos ante la cultura del descarte y del despilfarro, haciendo nuestra la cultura del encuentro. Asimismo, la invitación está dirigida a todos, independientemente de su confesión religiosa, para que nos dispongamos a compartir con los pobres a través de cualquier acción de solidaridad, como signo concreto de fraternidad. Dios creó el cielo y la tierra para todos; y no podemos traicionar el don original destinado a la humanidad sin exclusión. Para los discípulos de Cristo, la pobreza es sobre todo vocación a seguir a Jesús pobre, caminar tras Él y con Él, por el camino que lleva a la felicidad del Reino de los cielos.
El Documento de los Obispos de la CEE de 2015 “Iglesia servidora de los pobres” acaba haciendo unas propuestas esperanzadoras desde la fe: 1. Promover una actitud de continua renovación y conversión; 2. Cultivar una sólida espiritualidad que dé consistencia a nuestro compromiso social; 3. Apoyarse en la fuerza transformadora de la evangelización; 4. Profundizar en la dimensión evangelizadora de la caridad y de la acción social; 5. Promover el desarrollo integral de la persona y afrontar las raíces de las pobrezas; 6. Defender la vida y la familia como bienes sociales fundamentales; 7. Afrontar el reto de una economía inclusiva y de comunión; y 8. Fortalecer la animación comunitaria. Son todo un programa para dar consistencia al amor y el servicio de los pobres.

+Joan-Enric Vives, Arzobispo de Urgell

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